¿Qué experimenta una persona que tiene un ataque de pánico? Lo explicamos.
¿Qué es un ataque de pánico?
Un ataque de pánico es aquella crisis donde la persona experimenta elevados niveles de angustia y ansiedad con intensos pensamientos aterradores de que algo grave puede ocurrir.
Tal como indica Shirley Trickett (2009) en su libro “Cómo superar los ataques de pánico” las crisis de pánico se definen como «una respuesta agravada frente a un miedo irracional»
Actualmente no se conoce con certeza el origen de este trastorno de ansiedad, aunque hay algunos estudios donde se sugiere que ciertas características genéticas juegan un papel importante en el desarrollo de estos ataques. Tales investigaciones no gozan de unanimidad entre la comunidad científica, pues existen voces que advierten de otros factores como precursores de las crisis.
Síntomas del ataque del pánico
Según Trickett (2009), éstos son algunos de los síntomas que presenta una persona cuando sufre un ataque de pánico:
Miedo
Desconcierto
Mareo
Dolor en pecho
Hormigueos en el cuerpo
Confusión
Taquicardia
Temblores
Sensaciones de asfixia
Los ataques de pánico no se pueden predecir pues no hay hora, ni fecha, ni lugar en que se puedan manifestar, dando como resultado una modificación en la vida social, laboral y familiar de la persona que lo sufre dado su carácter espontáneo.
Muchas personas solo con el recordar algún ataque que han experimentado en el pasado pueden sugestionarse hasta el punto de desarrollar otro ataque ansioso. Otras viven el día a día con una excesiva preocupación por sufrir algún ataque en cualquier momento, trayendo esto a su vida un sufrimiento psicológico y emocional permanente. Y también hay personas que, afortunadamente, no le dan una excesiva importancia a estos episodios y llevan una vida plenamente normal.
Diagnóstico de las crisis de ansiedad
El diagnóstico debe ser realizado por profesionales, tanto en especialidad médica como psicológica, descartando cualquier anomalía somática que pueda conllevar como resultado un trastorno de ansiedad (revisión médica total), o que exista algún tipo de medicamento o sustancia psicotrópica que la persona consuma y que desencadene en un ataque de pánico.
Una vez terminado el proceso médico y descartadas todas las causas anteriores, será responsabilidad del profesional de la salud mental evaluar a la persona y advertir si cumple los indicadores para diagnosticar el caso como un ataque de pánico.
Tratamiento para los ataques de pánico
Existen dos tipos de tratamiento para las crisis de ansiedad, pudiendo combinarse ambas:
a) Farmacológico: tratamiento con ansiolíticos y antidepresivos, obviamente bajo prescripción médica. Únicamente un psiquiatra está autorizado para recetar qué tipo de medicamentos y durante qué periodo se administrará la dosis del fármaco.
b) Psicoterapia: en lo que respecta a la terapia psicológica, algunas escuelas como la terapia cognitivo-conductual han reportado una gran eficacia en este tipo de casos. El psicólogo podrá proveer un plan de intervención con el paciente donde se le sugiera diferentes formas de afrontar una crisis de pánico y enfrentarse cualquier situación temida por parte del paciente con herramientas y recursos para minimizar la ansiedad.
Para obtener mejores resultados una combinación de los dos tratamientos es ideal y lo más recomendable. Algunos profesionales recomiendan otros tipos de técnicas que pueden complementar el tratamiento, aunque escapen del campo científico pueden ser consideradas si el paciente encuentra gusto en practicarlas como son yoga y meditación.
El apoyo emocional que se le puede brindar a una persona que esté pasando por este tipo de casos siempre será importante. Como decía Sigmund Freud: «La ciencia moderna no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas palabras bondadosas».
Referencias bibliográficas:
Trickett, S. (2009). Cómo superar los ataques de pánico. Editorial Hispano – Europea. Barcelona – España.
Responsabilidad subjetiva. Cada cosa que hacemos, nos lleva a algún lugar, lo sepamos o no. Así que, mejor saberlo.
No sólo hay que aprender a dejar marchar las tensiones, sino también al moribundo. Si siente usted apego y se aferra a la persona que ha de morir, eso puede causarle mucho dolor innecesario y hacerle a ella mucho más difícil soltarse y morir en paz.
Para innovarse hay que crear y dejar de protestar y abrirse al cambio profundo.
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